RELATOS NADA SERIOS


de Atram Oslo


CAPÍTULO 20

Hoy no sabias donde meterte! Al llegar a casa te explica él que ha encontrado unas fotos en la cámara... ¡Ay madre! ¿qué habrá visto? Te enseña unas fotos tuyas a todo color en el jacuzzi del hotel de este verano. Al fondo el precioso mar azul turquesa que se veía desde el ventanal de baño ... y tú en la bañera con espuma hasta el escote, muy relajada y sonriente. -¡pero bueno! ¿y estas fotos?- te inquiere él indignado. ¡Jo, hombre!, para una vez que me meto en un jacuzzi decidí plasmarlo para la posteridad!- aduces con la esperanza de que se lo crea. Pero tiene buena memoria - ¿ah sí?- contesta irónico -¿y por qué no quisiste hacerte fotos cuando te bañaste conmigo?- Vas pensando velozmente que estás quedando como una pilingui, pero lo cierto es que aquel socorrista era increíble... Tanto baño en la piscina, tantas miradas de reojo, al final acabó en tu jacuzzi como por encanto... El momento fue una cumbre de placeres. Se sumergía en la espuma y sus suaves manos recorrían toda tu piel. Al salir a la superficie remataba los efectos con unos besos laargos y húmedos mientras sus hábiles dedos volvían a recorrer todos tus ángulos y te hacían deslizar hasta el fondo de la bañera. ¡No necesitabas ni respirar! Te regodeas recordando sensaciones tan fascinantes. El se colocaba encima tuyo, flotando entre las burbujas y las caricias cuerpo-a-cuerpo te hacían perder la conciencia del mundo... De repente, -¡Bueno, pues nada!, que la señora se ha ligado a un turista- lo oyes a él con voz cansina. Está de pie frente a tí con los brazos cruzados y mirando por la ventana, un poco herido. En estos momentos te sientes muy mal por haberle engañado. Sientes remordimientos y estás a punto de confesárselo todo. -Mira, cari...- le dices con voz apesadumbrada -¡No me lies con más historias!- contesta él agotado. -Si te has ligado a un maromo, allá tú!- -¡No lo quiero saber!- Ahora si que no entiendes nada! ¿Qué está pasando? ¿Es que no le importo? ooo... ¿Tiene él un lío y lo tiene que disimular? -Bueno, pues vale, me ligué al socorrista de la piscina- dices con la boca pequeña y voz bajita, esperando que se desencadene la explosión. Silencio. Él te mira profundamente. Te sientes peor que mal. ¡Horrible!, pero él te coge la cara entre sus manos, te mira a los ojos con infinito candor y te da un besazo de esos que no recuerdas porque no te lo han dado nunca. -Gracias por ser sincera- te dice con una sonrisa encantadora. -Yo también tengo algo que confesarte... ¡Mira por donde!, piensas, este verano todos nos hemos extra-divertido. -Yo me ligué a la recepcionista de noches! - ¿A esa?- pues no daba yo un duro por ella- comentas con ojo clínico. Te sonríe cariñoso -Pero no llegamos al final...¡Tu vales mucho, nena!- Te hace un guiño pícaro.
Te quedas pensativa... y al final te ríes tú sola. Si tanto te dice que vales, NO vas a tener más remedio que seguir aprendiendo por ahí nuevas técnicas de seducción para mantener alto el listón..¡je,je,je!

CAPÍTULO 19.

¡Vaya hombre! Si que empiezas bien las vacaciones!- piensas sonrojándote. Acabas de agacharte a recoger las llaves y la faldita vaporosa se ha quedado flotando mientras enseñabas generosamente tus glúteos a los hacendosos porteros que en ese momento barrían, como cada mañana, el trozo de calle delante de sus respectivas porterías.

Sus miradas silenciosas y compinchadas te confirman el desastre: ¡Has salido de casa sin bragas!.

Hoy ha llevado tu marido a los niños al campus de verano. Acababas de salir de la ducha cuando te ha llamado por teléfono. Estabas llegando tarde al trabajo, pero la noticia valía la pena: Tenía unos billetes... descanso en una islita virgen, sin apenas turistas (¡Ah! pero ¿aun existen? -le has preguntado sorprendida). ¡Qué maravilla! Es justo el tipo de vacaciones que necesitabas!. Además el hombre te lo ofrecía todo en bandeja: Ya había hablado con su madre, quien estaba dispuesta a quedarse con los niños durante toda la semana. ¡Cómo se espabilan cuando quieren, los muy truhanes! Has pegado un brinco de emoción. Cuando colgabas el teléfono ya estabas soñando con la arena blanca y los peces de colores. Enrollada en la toalla deambulabas por la casa imaginando con deleite esas noches estrelladas y cálidas con la música del mar y solos él y tú... Pasas por delante del reloj de la cocina y tu sueño se ha estampado contra el suelo haciéndose añicos -¡Qué tarde es!- Has salido en volandas de casa poniéndote lo primero que has encontrado y por la calle, a dos pasos de casa se te han caído las llaves del bolso abierto.

En medio de las miradas porteriles hasta parece que se ha hecho un silencio en el barrio y todo! ¡Qué vergüenza!, pero no hay tiempo para volver atrás. Sigues con paso decidido hacia la oficina. ¡Las bragas tendrán que esperar!.

En el despacho te espera tu jefe para una reunión urgente.

Entras en la sala de reuniones y ¡sorpresa! no hay mesa. Se la han llevado a barnizar. La reunión será en círculo sólo con las sillas. -Como una terapia de grupo- se te ocurre . Os sentáis. Todo hombres y tú. Cruzas las piernas y de pronto, ¡ostras! reparas en que tu situación es la misma que la de ¡Instinto Básico! Te sonríes y los miras con ojo analítico, mientras tu jefe hace los preámbulos. Todos están frescos, rezumando after-shave, y con la corbata perfectamente anudada, ¡claro! es primera hora de la mañana. Miran al jefe con cara seria, escuchando atentamente. ¿Y si ahora descruzo y vuelvo a cruzar? - vuelves a sonreír disimulando. El de la corbata verde y pelo-p'atrás desvía un segundo la mirada, pero no mueve un músculo. El sol de la mañana te da de lleno ¡qué agradable el calorcillo! el murmullo aburrido de la reunión te invita a sumergirte en tus pensamientos. En tu mente suena el aloha y la brisilla playera. Poco a poco vas relajándote en la silla, soñando con la arena blanca lamida por las olitas de un mar transparente...-¿No es cierto?- te explota la pregunta en el oído derecho, justo donde está tu jefe. Pegas un bote y se te caen al suelo los dossiers que tenías sobre la falda. Te agachas rápidamente y la faldita vuelve a quedarse flotando... Ese silencio no es natural. Levantas lentamente la vista y te llevas automáticamente la mano al trasero ¡otra vez el culo al aire!. ¡Ésto no se puede arreglar de ninguna forma! Los encorbataos te están mirando alucinados y tu jefe te está fulminando con la mirada. Te sientas examinando los dossiers y con postura erguida -toda dignidad- haces una buena exposición del tema, como si no hubiera pasado nada. ¡La eficiencia es lo tuyo y por unas bragas no va a llegar la sangre al río!

Sales detrás del jefe con la nariz pegada a la costura de su americana. Oyes mumullos detrás tuyo y por fín se van. Respiras. El conserje se te acerca indicándote -Señorita, los asistentes me han dejado recado de que están MUY interesados en conocer más profundamente sus puntos de vista...- y te entrega un manojo de tarjetas de empresa. Mientras las coges con mano dudosa, les echas una ojeada rápida. En todas aparece escrito a boli un teléfono móvil y la palabra "PARTICULAR".

CAPÍTULO 18.

Estás harta del Pc. Hoy tienes un rato libre, de esos que están en peligro de extinción perennemente, y has querido ver esas webs que nunca tienes tiempo. Nada más encender el pc ¡clinc! el antivirus está caducado. Nadie en casa te lo ha dicho ni se han molestado en renovar la licencia: 20 minutos. Te conectas, al pagar la visa da error, vuelves a conectar, pagas, esperas unos instanteeeesss, el relojito de arena de la pantalla se ha quedado parado... ¡¡¡ya se ha colgado el ordenador!!! Apaga, reinicia... Ahora es el navegador que va lento. Examinas los archivos temporales ¡3 gigas de temporary files! ¡Pero si aquí nadie ha limpiado los archivos temporales desde Noé! Ale, a ejecutar el limpiadorrrrr: 15 minutos más.
Por fin, todo parece dispuesto para ti. Te hace ilusión leer esa novelita que escribe una amiga de no se quién en su blog y de la que te han hablado muchas veces ¡Se ve que quien quiere inserta sus comentarios y es muy divertido! ¿Cómo se llamaba?-¡Joeeerrr! para una vez que te pones y ahora no te acuerdas del nombre... y mientras tanto, el tiempo va pasando. Rebuscas en tu agenda, en los papelitos sueltos del bolso, se lo pides por SMS a una amiga. Ah! al fin tienes la dirección de la web. La abres.
Empiezas a leer el título. Estás tan ansiosa que de los nervios te entra pis. ¡Qué inoportuno! Corres por el pasillo bajándote las bragas por ganar tiempo. Miras el reloj. ¡Puto reloj! ¡Todo el día mirando la hora! Vuelves a sentarte frente al Pc. La emoción crece. Lees las primeras líneas incrédula -pero ¿Cómo es posible que sea tanta casualidad?- te preguntas. Sigues leyendo perpleja capítulo tras capítulo...como viendo retazos de tu vida desfilar por la pantalla, ¡Hasta tus sueños seductores! Te sientes como si estuvieras desnuda frente al mundo...
Está anocheciendo y las ventanas de enfrente están en su mayoría iluminadas. Es distraído ver lo que ocurre en las otras casas, aunque en todas pasen cosas parecidas, piensas en la novela que acabas de leer. Al fin y al cabo, hay miles de mujeres que llevan una vida como la tuya y esos sueños son pura coincidencia...Aunque te divierte el escrito, llegas a la conclusión de que la vida real tiene muchos más contrastes, no se puede comparar con cuatro anécdotas.
Te giras mirando hacia fuera. Algo en la casa de enfrente te llama la atención -¿Qué hace aquel hombre del balcón con unos prismáticos?... ¿Qué mirará? ¡Parece que los tiene enfocados hacia aquí!- Tienes curiosidad y te quedas observándolo. Mueve las caderas de forma sugerente, sonríe, pero no suelta los prismáticos para nada, ¿¿¿Te está haciendo ademanes como si quisiera que te abrieras la blusa??? -¡¡Será descarado el tío!!- bajas la vista y te miras la blusa. Es de tela fina y antes te habías puesto cómoda. ¡Oh! vaya, pretende que le amenices el momento. Bien, pues que así sea. Sonríes y te desabrochas lentamente un par de botones, mirándolo fijamente. Se le ve entusiasmado. Tiras la cabeza hacia atrás con gesto teatral dejando caer tu melena, sacando pecho tensas la blusa con las manos en la cadera. Miras de reojo hacia abajo: se están marcando los "detalles prominentes" de tu pectoral -¡Uuuuuhh!- Aguantas la pose conteniendo la risa. El hombre está salido total, apenas puede aguantar los prismáticos, torcidos sobre la nariz de puro nerviosismo, su cuerpo medio enroscado a la baranda del balcón, y sin darse cuenta de que por detrás suyo se acerca alguien. Una mujer. En ese momento le regalas una sonrisa encandilada, le pones morros y ¡zas! de golpe corres la cortina. ¡Tachaaan! Con sonrisa de oreja a oreja, atisbas por una esquinita la bronca que le está cayendo al explorador urbanita...
Lo que tu decías, la realidad siempre supera a la ficción.

CAPÍTULO 17.

Hoy toca limpieza general. ¡Qué rollazo! La Juani y tú ataviadas con ropas de faena ponéis la casa patas arriba limpiando todas las zonas que habitualmente no se tocan. La Juani subida en la escalera limpia los estantes altos mientras que tú estás dando blanqueador en las rayas de las baldosas, que buena falta les hacía. Raya va, raya viene. ¡No se acaba nunca! Entra la Juani un momento a buscar agua con un cubo.
-¡Jesús Maria y José! cómo vas de blanqueador, si te has pintao hasta la raya del pelo, mi madre!-
-Bueno, Juani, no será para tanto!- la calmas divertida ante tanta exageración.
-La verdad es que hacer esto te ahorra el gimnasio de una semana!-
-¡Anda! el gimnasio, dice- va gritando la Juani de vuelta hacia el salón moviendo el trasero -¿y que se piensa que me ahorro yo subiendo y bajando de la escalera tó el día?- se para un momento y reflexiona, índice en alto -ahora le digo yo una cosa, a mi no me quita el baile nadie ni por ná!- y sigue el bailoteo canturreando un paso doble.
Te ríes. Con esta Juani cualquier tarea es entretenida, por engorrosa que sea. Vuelves al blanqueador. Ya podrían venderlo asido a un palo y no tener que andar tirada por el suelo de rodillas, en esa postura tan poco académica. La Juani ya te ha dicho que "con el culo parriba" como estás más vale que no te vea tu marido... ¡ja, ja, ja! Sigues rayando. Vas caminando hacia atrás y topas con un pomo del armario. -¡Uy!-das un respingo. Das media vuelta y sigues blanqueando cuadraditos. Y... ¿que pasaría si tu marido te encontrara así?, te preguntas toda pícara. Te abstraes... Estás jugando al escondite con tu príncipe árabe. Los dos a cuatro patas por las alfombras de su salón. Si te pilla.... ay, ay ay, ¡Te pilló! Está justo detrás de ti y se te echa encima. Sus manos bucean suaves y expertas dentro de tu leve blusa de seda. Encuentran dos mullidas redondeces que roza y acaricia, poniéndote a millllll (!!!!). Desliza tus pezones entre sus dedos mientras vuestras caderas se friccionan zalameras. Os revolcáis por el suelo con ansia salvaje. Sus torneados músculos se fibran ante tus ojos, que reflejan la fiebre de vuestra pasión. Con un gesto elegante hace desaparecer de tu cuerpo la leve blusa de seda sumergiéndose en tu interior...
-Pero, ¿qué estás haciendo?- sales bruscamente de tu ensoñación.
La Juani te señala asombrada el suelo. Las últimas rayas pintadas no coinciden ni por casualidad con las baldosas. ¡Menudo subidón! Estás acalorada y como un tomate, y ahora ¿qué le explicas a esta mujer? –piensas agobiada- No estás borracha, ni intoxicada... Ella responde por ti sacándote del apuro:
-Claro mujer, si es que no ha de ser bueno estar tanto rato así girada para abajo- mueve la cabeza en señal de desaprobación -Ala, venga que nos vamos a tomar un café con leche-.
Le das vueltas al café mientras te vuelve a la mente la tórrida escena acompañada de una nueva excitación, ¿qué estaría haciéndome mi príncipe ahora?- sonríes para tus adentros. ¡Esto no puede acabar aquí!
La Juani vuelve a canturrear. ¡Así que se vaya sigo rayando el suelo hasta acabar el pote de blanqueador! ¡Y mañana más!

CAPÍTULO 16.

ZARAGOZA (1)

ZARAGOZA (1)
La calificación del fin de semana es de IRREPETIBLE, se mire como se mire. Elegisteis Zaragoza. Ahora con la Expo-08 del agua y es un buen destino. El hotel está en el centro de la ciudad, perfecto para desplazamientos turísticos y visitas culturales. ¿Quién va a Zaragoza y no se lleva algo relacionado con la Pilarica? Total, un viaje familiar: tú, el marido y los niños. -A ver qué tal sale- vas pensando al deshacer la maleta en el hotel. Te has llevado uno de esos potingues que te ha vendido la Toñi, a ver si funciona, que últimamente... La ropa interior, el pijama -te preguntas si lo usarás...-ojala que nooo!- suspiras.
El sábado amanece lluvioso pero no importa. Las ciudades con río tienen un algo especial. Te encanta cruzar los puentes y mirar el cauce. Es una sensación placentera. Lo comentas a la familia. Sin respuesta. ¡Cada uno bajo su paraguas como si estuvieran oyendo llover! Coméis unas tapas que a tus hijos no les han gustado nada porque querían una pizza y después volvéis un rato al hotel. Suena un móvil. A tu marido le llaman de una sucursal cercana y aprovecha para irles a ver. Que ya volverá...¡Olé! ¡Ya te han dejado colgada, una vez más! Te metes en el baño y mientras te arreglas farfullas, airada, una retahíla de adjetivos y verbos dedicados al padre de tus hijos. Sales con la sonrisa pintada y te vas con los niños a ver el Pilar, los mantos de la Virgen, y lo que se ponga por delante. Ahí estás tú, con el callo tan bien calzado, que ni las guías nativas lo van a saber hacer mejor. Estar con ellos te pone de buen humor y te encanta ver sus caras de asombro ante todo lo que les resulta nuevo. Les explicas la historia de la Basílica del Pilar, llenándola de anécdotas que has leído en un folleto, se divierten, de eso se trata. Culturilla a ritmo de sonrisas. Compráis unos souvenirs y al final, cansados, os vais a cenar... ¡aquella pizza! y al hotel. Ya duermen, los miras con amor de madre.
Bueno, ¿y ahora qué? sales de la habitación para irte a la tuya y por el pasillo encuentras a un grupo de chicas sonrientes y hablando en voz alta. -¿Quieres asistir a un pase de modelos?- te pregunta una. -¿De modelos?- te extrañas
-Bueno, no. Es que tenemos en la maleta un lote de prendas interiores para vender y nos los vamos a probar. ¡Si te gusta alguno te lo quedas!-añade otra.
Valoras la situación en décimas de segundos: ¿Qué tienes que perder? Si los niños te necesitan tienen el móvil para llamarte y no hay ni sombra de marido. -Pues vale, y ¿dónde es?-
-Aquí en el hotel, en la habitación 304. Vamos hacia allí ahora-. Todas las chicas van riéndose a carcajadas. Te cuentan que vienen de tomarse unos frankfurts con ketsup en casa de una tal Kati y que se lo han pasado superbien.
-¡Qué simpáticas!- piensas. -¡Qué suerte de hotel. Hay de todo!-
En la maleta de las maravillas encuentras un conjunto estupendo. Va de perlas con la pócima seductora que te has traído. Ahora sólo falta que vuelva el cónsul de tierras lejanas (léase "marido huido de tarde familiar"). Las chicas son encantadoras. De un rincón han sacado unos combinados y algo para picar... ¡es un auténtico botellón! Por descontado que aceptas la invitación y entre sostenes y bragas os relatáis anécdotas divertidas del día.
De repente miras el reloj -¡Pero si es tardísimo!- y este hombre sin llamar, ni venir, ni nada, ¡qué desfachatez tienen algunos! Te despides rápidamente de las chicas y vuelves a tu habitación, en el fondo, preocupada. ¿Qué le habrá pasado? ¿Habrá sufrido un accidente? ¡No puede ser que tenga trabajo hasta tan tarde! ¡Ay, ay!
Al abrir la puerta oyes ese tractor tan familiar. ¡Será porcino el tío! sus ronquidos lo delatan. No sólo su presencia física, sino su estado de letargo. Sorteando su ropa que ha ido dejando entre la puerta y la cama, te plantas delante suyo y te lo quedas mirando cruzada de brazos. Él abre un ojo y te hace una mueca soñoliento. - Holaaaa,mi-morrjjrr- rebuzna el impresentable -He llegadoj algo tarfe y mejj he puestojj a dor-mirrrjjj Bejitossssshhhhh-Estira los labios intentando emular un beso- se da media vuelta cayendo sobre el colchón como un saco y continúa roncando. Allí plantada, con tu nuevo conjunto sexi en la mano te sientes herida y sola. Ni siquiera te ha llamado para decirte que había llegado. Ni se ha preocupado por sus hijos ni por saber dónde estabas tú. ¿A "eso que ronca ahí" le llaman tu media naranja?


ZARA...GOZA! (2)
-Egues tan guappá y hu-eles tgan biennn!!- te susurra al oído con acento francés mientras te acaricia delicadamente tu cadera. Te dejas hacer. Toda tú estás sumergida en un delicioso baño de burbujas de champagne. Te arrebujas contra él y el te besa largamente. Luego baja sus labios de terciopelo por tu cuello, sus manos sabias desabrochan el sostén mientras su boca húmeda te cubre de suaves besos. Te estremeces ante tanta exquisitez. Estás totalmente a su merced y él lo sabe. Su vaivén es dulce. Todo es placentero como el gorgogeo de un riachuelo... ¡mmm!
-Francés, ¡hazme más cosasssssss!- le pides con insistencia caprichosa. Y el francés continúa...
Te despiertas de repente. Miras a tu alrededor. Es una habitación como la tuya... pero ¡no es la tuya! No hay ropa por ningún lado. Estás sola. Levantas la sábana... ¡no llevas nada! Encuentras el conjunto que te compraste ayer noche tirado por el cuarto... ¡Ay, madre!, pero ¿dónde estoy? Te enroscas en una sábana y abres la puerta. ¡Es la 304! Donde el pase de ropa con las chicas! -¡Es que no puedes beber más de dos copas!- te autocensuras, -¡Qué manera de perder el control!-.
Haces un esfuerzo por recordar. Volviste con las chicas tras La Decepción. Estaban brindando con champagne que unos turistas franceses, también alojados en el hotel, les habían traído. Chapurreaban el idioma de manera muy graciosa. Eran realmente divertidos... ¡y encantadores! Entre uno de ellos y tú surgió la química con la segunda copa... ¡Ooohhh! Apoyada en el quicio de la 304 con los ojos cerrados revives la delicia de esas sensaciones, aún dudas de si ha ocurrido de verdad o todo es fruto del deseo de que sucediera.Vuelves al presente. Pero, ¿y dónde están las chicas?... Pasa por el pasillo una empleada del hotel y al preguntar te dice que ya se han ido, pero la habían avisado de que tú aun seguías durmiendo. ¿Tu ropa? Han llevado una bolsa a la lavandería del hotel.
¿Y ahora qué? ¿Cómo vuelves a tu cuarto? si no tienes ropa... ¿Y LOS NIÑOS? Vuelas al teléfono y llamas a la habitación de tus hijos
-¿siiii?- una voz infantil te contesta
-¡Uuuf, menos mal!- respiras hondo. -¡Hola mi niña!, ¿Hace mucho que os habéis despertado?- indagas
-nooo... bueno ¡estábamos viendo la tele, ji,ji,ji!- confiesa pícara tu hija
-¿y tu hermano?-
-está haciendo pis, ¡tengo hambre!-
-Vale, vestiros que ahora vamos a desayunar- Todo en orden. Ya te has puesto las pilas.
¡Increíble! Te paseas por el hotel enredada en una sábana, hasta tu habitación, te duchas y te vistes a toda velocidad, vas a buscar a tus hijos y a continuación despertáis al ceporro de tu marido que seguía durmiendo como un bendito, ajeno a todo el mundo mundial!
Entre las tostadas y la conversación con los niños te vuelves a preguntar, soñadora, cuánto hay de realidad en los evocadores recuerdos de tus últimas horas en Zara...GOZA. Un cosquilleo te hace sonreír.Al fondo en recepción, un hombre joven te localiza con la mirada y te saluda con la mano:
-A bientôt, ma désiré...-

CAPÍTULO 15.

Hoy te has levantado analizando muy seriamente cómo es tu vida. Te repiquetean en la mente algunas frases que no paras de oír por ahí. Son como un corsé moral: "El desmadre mental, los años de las juergas y las risas desinhibidas ya han pasado y ahora lo que tiene que prevalecer es el autocontrol y la contención". "Vivimos en una sociedad que nos juzga, pordiós!"
Te vas pensativa y cabizbaja a la ducha. La radio se enciende sincronizada con la luz. En el espejo del baño te miras la cara. Tu expresión es juvenil, y eso es lo más importante -recuerdas que no sé quien lo decía-. Enseñas los dientes. Repasas las encías con la lengua, vuelves a repasar la lengua, esta vez los labios. Te guiñas un ojo y le sonríes a tu reflejo mientras te quitas el pijama y te observas de cuerpo entero -¡Buen material!- piensas con ojo clínico elevando el pulgar; estás algo más animada. Has sido un poco exagerada con esos pensamientos que te agobiaban al despertar.
Estás contenta con tu silueta. Bueno, los años pasan inevitablemente, pero también cuenta cómo los lleva cada uno. Doblas la cintura y tu melena roza el suelo. Al mirar al espejo con la cabeza del revés te sofocas -¡Guau!¡Estás como en las portadas del playboy!. Explotas en carcajadas. ¿La "contención"? ¿Dejar de desmadrarte? ¡Qué solemne estupidez! Te divierte mirarte, hacer posturas, reírte y pasarte de vueltas con la imaginación.
En la radio empieza a sonar Kodachrome. Subes el volumen a tope. ¡Cómo te gustaba esa canción! Te llenas de felices recuerdos. Ya estás otra vez contenta, inspirada. ¡A la mierda con las contenciones! Sin pensarlo coges el mango de la ducha a modo de micrófono y desnuda como estás comienzas a bailar igual que hacías hace tiempo, moviendo los pelos y coreando la letra con los ojos cerrados. En este momento no necesitas nada más.
Por la ventana abierta del baño ¿te ha parecido ver a alguien que se afeitaba mirándote? ¡Es igual! ¡Pues que se divierta como tú! Eres feliz así, y así te quieres sentir. Te das cuenta de que hay algo que no te vale la pena intentar pues nunca tendrás éxito: ¡Jamás serás convencional!


Kodachrome
They give us those nice bright colors

(nos ofrece esos preciosos colores brillantes)
They give us the greens of summers

(nos ofrece los verdes del verano)
Makes you think all the world's a sunny day, Oh yeah

(nos hace pensar que el mundo entero es un día soleado)
-Paul Simon, 1973-

CAPÍTULO 14.

Otra salida en poco tiempo. ¡Qué desenfreno! Sólo a tus amigas y a ti se os ocurre ir a un restaurante como ese. ¿Charanga y pandereta? ¡Qué vaaa! Directamente un tiarrón con pelos y tetas postizas. Era un travesti divino. Micrófono en mano, se dedicó a llamar a sus clientas, con mucha gracia y soltura, “desgraciadas meretrices”. Después del espectáculo hasta la más tímida se lanzaba a soltar improperios a grito pelado. ¡Qué desgastadas!
Os vais a tomar una copa al bar más cercano. Eufóricas, chillonas, exageradas, dicharacheras, muy divertidas. Te encuentras en tu salsa. El bar tiene buen aspecto, y... ¡el camarero está estupendo! Nada que ver con los boys paquete-pantera del otro día ni el dragkuin de antes.
-Este es un ser normal, incluso guapín, que sirve copas- comentas con una de tus amigas señalándolo.
El ambiente es tronchante. Chistes, risotadas, la imaginación flota desinhibida por encima de vosotras. Has pedido un combinado que está de muerte. Todos están buenísimos. Alabanzas al barman que os mira divertido. No se le pasa una. Está atento a todo el local. Servicial, os ha buscado acomodamiento para todas, colocando los sillones simétricamente “para no estropear la estética del local”- os dice. ¡Está en todo!
Una de tus amigas se levanta excusándose que va al lavabo. Sigues con la broma. Quieres otra copa, pero el camarero ha desaparecido. ¿Dónde se habrá metido? La verdad es que el local está lleno. Claro, sábado noche… ¡ya se sabe! ¿Y tu amiga? ¡Qué tardona es ésta chica! Ah! Allá la ves que vuelve sonriente atusándose los pelos.
-Hija, ¿que hacías? Ni que te estuvieras tirando al barman- le comentas entre risas. ¡Fuuummmm!! Se ha puesto colorada como un pimiento. ¡No te lo puedes creer!
-Pero, ¿de verdad, tía, que te has ventilado al camarero? ¡Qué osadía!, ¡Qué descontrol! P-p-ero ¿y él? ¿No se supone que está trabajando? si bueno, "trabajar" parece que si trabaja...- se te agolpan las palabras -¿Y tu marido? y él, ¿No estará casado?- Disparas una batería de preguntas peregrinas.
Ella se pone un dedo en los labios, diciéndote que te calles un momento. Rodeada del resto de amigas que siguen la diversión sin al parecer haberse percatado del asunto, en voz baja te explica:
-Me guiñó un ojo y no me pude resistir. ¡Estaba... necesitada!. Últimamente noooo… y es tan atractivo... ¡era una oportunidad!. Nadie tiene por qué saberlo, ¿No? Mira ahora ya estoy bien- una mueca pícara se le dibuja en la cara -¡Requetebién!-
-¡Y que lo digas!- le sonríes.
Admiras ese atrevimiento. Así, sin plantearlo ni nada, le sale un rollo y ¡ale! lo liquida en el lavabo. -Es que los lavabos tienen algo... - piensas riéndote.
-¿Era el de damas o el de caballeros?- Se te ocurre.
Su mirada te dice claramente ¡qué más da!, Pero ahora tú quieres saber todos los detalles del encuentro.
Aparece de nuevo él, un brillo especial en la mirada. Lleva en la bandeja un combinado de colores tropicales y, ante la sorpresa general, ¡te lo sirve a ti! No te atreves a mirarlo. ¿Qué es esto? ¿Una cita? ¿Soy la siguiente? ¡Qué máquina! No pierde el tiempo para nada, y encima el tío es cumplidor en el local. ¡Qué maravilla! Tienes un flash: te imaginas la orgía en el lavabo, un montón de mujeres esperando turno, disimulando mientras escuchan los ¡aaahhs! y ¡ooohhhs! a través de la puerta y el barman-máquina entrando y saliendo del tocador a toda velocidad, con la bandeja de los combinados bailándole en la mano, cada vez más despeinado y resoplante.
-¡Jajajajá!- te entra la risa floja, apenas de contienes, pero vuelves a la realidad. Te está guiñando un ojo y mira a tu amiga. ¡Vale! Ya lo entiendes. Te está invitando al silencio. Suspiras. Qué alivio y… ¡qué decepción! Tu amiga te roza el brazo. Os miráis de reojo y soltáis la carcajada. Las demás comprenden. La complicidad es total. Brindáis. ¡Sólo se vive una vez, caramba!

CAPÍTULO 13. Al día siguiente...

Es pronto por la mañana. Has dejado a los niños en el cole y estás haciendo algún recado antes de ir a trabajar. Llevas las gafas de sol puestas. Las ojeras hoy son mayúsculas. Te sonríes por la calle acordándote de anoche. Llegas a la ferretería, tienes que comprar bombillas.
Está lleno de gente… Todos operarios: Los de mono de trabajo azules, los del pantalón blanco manchado de pintura, camisa de cuadros abierta con camiseta imperio... Te subes las gafas a la cabeza y coges tanda. Entre lo adormilada que estás, vas recordando escenas de la noche de ayer: ¡No sabías que la gente tirara sus bragas con tanta soltura! ¡Qué barbaridad! si te lo hubieran dicho antes no te lo hubieses creído, pero ¡claro! una vez allá la locura del momento y enfervorecidas por el ambiente, puede pasar prácticamente cualquier cosa. Vas repasando mentalmente tu momento más "plus", el Tarzán bailoteando a tu alrededor...Te sumerges placenteramente en el recuerdo...
-¡BRAGAS, unas bragas!- te oyes decir. Enfrente tienes al ferretero, sin gota del atractivo con el que estabas soñando:
-Señora, ¡esto es una FE-RRE-TE-RÍ-A!- se ha hecho el silencio. Te sonrojas a la velocidad de la luz. Notas como todos esos hombres te repasan de arriba a abajo, de una forma instintiva. Sólo les falta olisquearte.
-Nooo... disculpe, quería unas bombillas- pagas y te vas sofocada con la sensación de ser una gata en celo. Abrumada piensas que te va a costar mucho recuperarte de la noche de ayer.
Corres para no llegar tarde a trabajar. Ya estás cansada y aun no has empezado. ¡Este ritmo no se puede seguir! te lamentas, pero en el fondo... no te arrepientes, ¡es muy divertido!
Ya por la tarde después del trabajo, que se te ha hecho eterno, pasas por el super antes de ir a casa. ¡Qué lata, siempre hacen falta cosas! Cargas los productos en el carro y como de costumbre hay que hacer la cola.
-Cómo todos salimos a la misma hora se montan unas colas de cuidado... ¡qué mal organizados están los horarios de trabajo!- vas criticando el sistema porque te hace perder tanto tiempo.
Poco a poco vas sumiéndote otra vez en tu chico paquete-pantera. ¡Qué tiazo! el tío. Igual es más tonto que un zapato, pero, bueno ¿y eso qué? bien que nos distrajo ayer, ¡más que distracción! -incluso dirías- recordando lo excitadas que estabais... y si un día me lo encontrara por la calle, ¿me reconocería? pero, a ver- intentas centrarte- ¿estos tíos salen a la calle? ¡Qué tonta eres, caray!- te reprendes a ti misma, bien tendrá que hacer la compra, lavar el tanga pantera- te ríes tu sola, apoyada en el carro, imaginándote al tipazo haciendo la colada...
-¡¡¡SEÑORAAA!!! ¿Quiere vaciar el carro en la cinta, por favooorrr?- A dos centímetros de tu cara la cajera, enojada, te está llamando la atención y dando desesperados golpecitos con la mano sobre la cinta negra de la caja. Detrás de ti, una cola considerable emite un murmullo culpador que te hace mover a cámara rápida sacando tu compra del carro precipitadamente. No quieres ni mirarles. Hoy no estás en condiciones para enfrentarte a un grupo de sufridos y cansados "colistas" como tú. Que prevalezca un poquito más tu chico paquete-pantera flotando en el aire...

CAPÍTULO 12. -El listón del 28...-

Una noche de juerga con tus amigas. Lo primero que ves al entrar en el local es a un tiazo ataviado con un tanga pantera y otro con un maillot negro escotado exhibiendo pectoral culeando al son de una música estridente y provocadora. Los focos de colores iluminándolos como si de dioses se tratase. "El Olimpo" se llama el lugar y, a juicio de las muchas espectadoras que gritan desinhibidas, nombre muy bien elegido.
Sin dejar de mirar a los musculados buscáis una mesa donde sentaros. Aumenta el furor cuando aparece un tercer macho en escena. Éste es un robinson bronceado que se contorsiona de manera imposible sobre una fémina imaginaria. Los aullidos sobreexcitados del público son apabullantes. Vuelan bragas por doquier dirigidas al escenario.
Os miráis; tus amigas y tú empezáis a entrar en ambiente. De repente notas a alguien detrás de ti. Al girarte te encuentras al del paquete pantera mirándote con las manos en jarras. ¡Qúe Tarzán! ¡Que sugerente! Su piel tersa tiene un brillo salvaje. Te sonríe, (¡lo que faltaba!) mostrando unos dientes blanquísimos, encantador. Una de tus amigas, claramente más experta que tú, le mete un billete por la goma del tanga y como si fuera un autómata, empieza a moverse de forma ondulante. Tus amigas están que se salen, la música ensordecedora, ellas estiran las manos como gatas. Él sigue su contorneo, pero te está mirando a ti. ¡Qué impresionante! Emana atracción por todos sus poros... En tu cerebro empieza a repiquetear la palabra “sexo-sexo-sexo” como un martillo imparable. Un vacío en el estómago baja recorriéndote todo el cuerpo como una descarga eléctrica, tus pechos turgentes pujan por salir del sostén. Nuestro vigoroso está dando una vuelta a la mesa. Unas se lanzan a insertarle más billetes, otras se restriegan el cuerpo arriba y abajo, los ojos en blanco y expresión lasciva ¡Es la locura! ¡Ha conseguido el éxtasis colectivo en un minuto! Pensamientos desbocados acuden a tu mente: Ahora mismo te subías a la mesa con él y ¡RAAASS! que te arrancara la ropa de un tirón, te sobara y relamiera deslizando sus manos por todo tu cuerpo perlado en sudor -¡Ooohhh!- te escurres en la silla. Tu punto G tiene ganas de recorrer, todo ese figurón liso y moldeado. A tu alrededor hay varias con la misma idea. Los otros adonis están también causando delirios por el local.
-¡Me encanta!, le voy a tirar las bragas- decides ya inmersa en la chiflada fiebre sexual, y metes la mano dentro de tu pantalón intentando arrancártelas -¿Cómo demonios lo han conseguido esas que las lanzaban antes?- piensas contorsionándote en la silla y peleándote por sacarte la prenda.
Tienes todo el aspecto de estar "divirtiéndote" tú sola. Tus amigas reparan en la escena y te empiezan a corear:
-Bien, sigue, sigue, ya, ya, ya!- jadean gritando
-¡Jo, cómo cuesta!- sueltas tú muy concentrada sin reparar demasiado en el jolgorio que acabas de organizar.
Tarzán se ha dado la vuelta, acerca su boca a tu oído y te susurra, caliente:
-¿Teee... ayudo?- Levantas la vista de golpe. Sólo mirarlo te inflamas. ¡Qué subidón! ¡Este HOMBBRE es pura tensión sexual! Él te contempla interrogante, guasón. Te has quedado paralizada en la silla con sonrisita ruborizada y lo saludas agitando tu mano que sale por la cremallera abierta de tu pantalón.

CAPÍTULO 11

Es media mañana y estás en el piso de arriba, donde trabaja al Toñi. Hacía días que deseabas subir después de tantas cosas raras que ocurren en tu casa, aunque la Juani era reacia. Te decía que la Toñi estaría muy ocupada... Tocas el timbre. Estás nerviosa y no sabes por qué. Por fin se abre la puerta y aparece la Toñi envuelta en una sábana. La entrada está semioscura y notas un intenso y extraño perfume.
-... Hoola... ¿qué desea?- La Toñi te mira interrogante. Aunque te conoce, está sorprendidísima de verte allí.
-Hola Toñi, venía por lo de los frascos que le diste a la Juani...- ¡Fuumm! La Toñi se pone como un tomate. Te hace entrar y cierra la puerta.
-Buenoo, yo se los di para que probara, no le habrán sentado mal, ¿nooo?- Pobre Toñi, ¡Que momento tan embarazoso!
-¡No mujer!, Cómo le van a sentar mal si está contentísima con ellos y los usa para todo-.
Ella asiente, con cara de entendida. Tu no dejas de mirarla de arriba abajo con poco disimulo. ¿Por qué irá con una sábana enrollada y a estas horas? Sigues dándole la explicación:
-Los echa al agua de fregar, en el limpiacristales.... todos en casa estamos maravillados de sus potentes efectos, ¿como te diría yo?, ¿vigorizantes?... –
-¡Jajaja!- explota la Toñi. -¿De verdad le ha echado el kamasutra en el agua de fregar? Pero si no es para eso, ¡¡jajajaaaa!!
-¿Ehh? ¿Para qué, entonces?- preguntas absolutamente impactada.
-Pueess…- la Toñi abre las piernas y por encima de la sábana pasa la mano por en medio indicando el lugar explícito -Mira que es bruta la Juani- se troncha.
La sábana se le va cayendo descubriendo sus encantos. La chica la recoge sin demasiado interés por cubrirse. Todo el salón está iluminado con velas y huele intensamente a... ¿tu limpiacristales?. Olisqueas extrañada.
-Toñi, perdona, ¿tu no venías aquí para las tareas... del hogar?- le preguntas muy confundida mirando con curiosidad alrededor. La Toñi es amiga de la Juani, viven en el mismo barrio y recuerdas que fue tu vecina quien te preguntó si conocías a alguien de confianza para que la ayudara en las faenas de la casa.
-¡Pues si!, pero es que la dueña se ha ido de vacaciones un mes y me pidió que le cuidara la casa. Y yo, para ahorrarme viajes, me he instalado aquí.
-¡Mira que práctico!- Arqueas las cejas preguntándote qué opinaría tu vecina.
La Toñi sigue con su perorata:
-Tengo una amiga que es chica-bum en la feria del porno que se está organizando para el mes que viene; me ha dado unos productillos para probarlos y le dí unos pocos a la Juani, como amiga que es de una...-
De repente, interrumpe su relato y se pone a dar saltitos alborozada:
-¡Uuuy,uy,uy! ¡Ya viene! ¡Ya viene!- se oye ruido de pisadas en las profundidades de la casa y a continuación una potente voz masculina:
-¡Soy Adán! ¿Dónde está mi Eva?- dice una voz basta, y sin darte tiempo a reaccionar aparece en el comedor un enorme individuo de frondoso pelo en pecho, precedido por su poderoso y erecto pene. ¡No te puedes creer lo que estás presenciando! Tus ojos se quedan clavados "allí" sin obedecer las insistentes órdenes de tu cerebro: "¡deja de mirar YA!", "¡deja de mirar YA!", pero él hombre, lejos de cortarse, se muestra encantado:
-¡Qué bien!, hoy tenemos sarao de los buenos!- dice frotándose las manos; parece un habitual del evento -Anda chati,- te señala mientras se acerca a la Toñi -ponte cómoda que la Toñi y yo vamos a ir empezando...- y con sus manazas peludas la coge por la cintura y se la echa al hombro, ella dando pataditas de puro placer. Ya pasillo abajo y antes de desaparecer de tu vista, la Toñi alcanza a guiñarte un ojo indicándote que vuelvas dentro un rato, que te seguirá explicando....
Es-tu-pe-fac-ta es un adjetivo que se queda corto para definir tu estado. ¡Pero qué increíble el montaje de la Toñi, con maromo incluido! ¿Y su enfoque particular sobre el concepto "cuidar la casa"? Meneas la cabeza, no sales de tu asombro. Te diriges hacia la puerta. Saliendo te encuentras a otro sujeto que iba a tocar el timbre.
-¿Es aquí donde se prueban las “esencias”?- te pregunta un poco vergonzoso.
-Sí, sí, es aquí, entra, hombre, entra- le contestas sin dudar. -Si te das prisa llegas a tiempo para una demostración en directo. Pregunta por la Toñi que ella te indicará...-

-¿Chica-bum en la feria del porno?- vas hablando sola entre carcajadas contenidas – ¡Vaya, vaya con los productos “de limpieza” de la Toñi!-. Bajando la escalera te entra un ataque de risa floja, recordando los momentos tan intensos que habéis pasado estos días y las alocadas reacciones de la Juani al manejar los productos en la limpieza.
El misterio se ha resuelto: ¡En tu casa “estáis sufriendo” una intoxicación erótica!

CAPÍTULO 10

Luce el sol a través de las ventanas. La Juani canturrea limpiando la estantería del salón, subida en el último escalón de la escalera de mano. La puerta de la entrada se cierra. Es él que llega de trabajar. La Juani le pide que le alcance el plumero. El sube un escalón y la escalera se balancea...
-¡Aayy, que me mato!- grita la Juani insegura aguantando el equilibrio con un solo pie. Él eleva el brazo para acercarle el plumero que, sin querer se le cuela por dentro de la falda, entre las piernas.
-¡UUUY!- se sobresalta ella
-Perdona Juani- él con cara de circunstancias, intenta salvar la situación -¡coge el plumero de una vez, mujer!- le dice mientras sube aun más el brazo.
Y ella que no para de moverse y temblar en lo alto de la escalera. Al intentar sujetarla por la cintura, se le queda el tanga de la Juani que asoma por encima de su falda entallada, enganchado en el botón de su camisa.
-¡Eehh, mi braga! -exclama ella. Él, sofocado, retira rápidamente la mano y ¡RAAS! se lo lleva por delante, colgando del botón. ¡Qué situación tan engorrosa! El pobre gira sobre si mismo, sin saber dónde mirar, acercando su mano a la frente y
La Juani se toca sin podérselo creer:
-¡Que me has dejado sin bragas, oye!- va diciendo mientras baja la escalera con una mano púdicamente puesta detrás. Al pisar el suelo resbala y se cae de bruces, la falda enroscada en la cintura.
La puerta de la entrada vuelve a cerrarse. Acabas de llegar y te encuentras a la Juani tirada en el suelo mostrando sus generosas nalgas, mientras él está intentando deshacerse del tanga con movimientos histéricos y cara de repugnancia.
-¡Qué, Juani ¿estas cómoda?- sueltas con retintín pensando que ésta es una casa de locos. Le echas una mirada A-SE-SI-NA a tu marido que, enfrascado en desenganchar el tanga del puño, se encoge de hombros con cara de "no sé cómo ha podido pasar".
Asombrosamente, la Juani en vez de levantarse, va restregando su mejilla contra el parquet con expresión dulce y satisfecha. Te la miras, brazos en jarras, con asombro. La Juani, ni caso.
-¿Has visto que suavecito ha quedado?- te dice ahí tirada acariciando el suelo sin importarle lo más mínimo seguir con el trasero al aire. -¡Esta “línea de productos” de la Toñi es una maravilla!, ¡Si la fregona se desliza sola de tan suave que es, y le relaja a una efectos del productotanto nada más olerlo- añade pegando la nariz al suelo como un perdiguero.
-¡Ay madre!, ¿qué le habrás echado al agua de fregar?- te preguntas para tus adentros en voz alta, sospechando una vez más por donde van los tiros. La Juani te mira con ojos de cordero feliz y mientras rebusca en sus bolsillos hasta encontrar el frasco que busca y levanta el brazo para enseñártelo. "PIEL DE SEDA" dice la etiqueta.

¡Bueno, Bueno! Un día de estos vas a subir tú misma a ver a la Toñi.

CAPÍTULO 9

Hace días que no ibas a la piscina a nadar. En el vestuario, pasa por delante de ti una chica en bolas con el peine en la mano, luciendo figurín. Moreno-uva, celulitis aspirada, silicon-valley... Se ha cruzado todo el vestuario mirándonos largamente a las pobres mortales y se dispone a secarse el pelo. Así, en chanclas. Mientras se hace el flequillo muestra sus morritos de nuevo acuño en el espejo. Saluda a Mimi y Puchi. Dos plásticas más. Se están untando de crema hidratante y con grandes y vistosos movimientos llegan a los pechos. Sus caras se muestran viciosas mientras se los sobetean a dos manos dejando escapar los pezones entre los dedos. Ahora se están subiendo el tanga cogiéndolo con dos dedos, y se miran a un lado y a otro las caderas… ¡Bah! Te vas a la piscina. Lo que más te gusta es que allí te regalas la vista. Lo mejor es cómo te saludan los monitores con esa sonrisa perfecta y esos cuerpazos con gorro ¿será que el cloro blanquea los dientes?, te preguntas muy seriamente. ¡Qué tiazos! -¡Quien fuera braga náutica!- suspiras antes de tirarte al agua. Nadas con furia. Necesitas quemar adrenalina. Sientes que tu musculatura se tensa y braceas sin descanso. Una piscina, dos piscinas... muchas piscinas. Estás exhausta. Te paras en el borde a descansar y ¡oh, maravillas! un Markspitz también está allí, con el agua por la barbilla... ¡Qué impresionante! y en directo a tu ladito. Te subes las gafas al gorro, que queda muy "in". Le sonríes. Te sonríe. El agua ya no está fría ¡Para nada! y la estás compartiendo con él. Ya podría ser un jacuzzi en vez de una piscina reglamentaria... Él no se va. No te puedes quedar aquí toda la vida, pero un minutito más, sí -¡vaa!- te autoconvences. Estás tan hipnotizada observándolo con disimulo que no te enteras: te está diciendo algo.
-¿Perdona?- sobresaltada pones toda tu atención
-No, le preguntaba si quería pasar usted delante... –
¡Usted!, ha dicho "usted". No tienes nada que hacer. Le dejas pasar, por supuesto. Te ha hecho polvo el día. Nadas unas cuantas piscinas más sin ninguna ilusión. Paras. Te quedas mirando al fondo del recinto, donde están los del aqua-gim. ¡Aquello si que es una poza! Una cantidad ingente de almas enfundadas en licra saltan desordenadas y gritonas simulando seguir un hipotético ritmo que una desaforada monitora intenta coordinar...
Cabizbaja te vas a la ducha. Tu ego llora a Markspitz. Mientras te vistes, la de al lado te dice no se qué del gorro y gafas. Ni caso, no estás para chorradas. Acabas de salir al exterior cuando detrás de ti oyes una voz modulada:
-¿Siempre sale "usted" con el gorro puesto a la calle?- Markspitz se va con paso fresco, se gira y te guiña un ojo sonriente.
Resucitas y te derrites. Incrédula, te tocas la cabeza y palpas el gorro y las gafas de la piscina, puestos…
¡Por favor, por favor!, ¡Que haya un eclipse de sol ahora! ¡YA!

CAPÍTULO 8

Al cabo de unos días
Sales con tus hijos de casa, como cada mañana, a toda prisa. Y ya en la calle te cruzas con un vecino:
-¿Qué? ¿ya bieennn?- suelta con retintín mientras te mira con sonrisa estúpidamente cómplice -cualquier cosa, ya tienes mi móvil- te indica ante tu cara de sorpresa, haciendo el gesto con la mano de hablar por teléfono.
-¡No vamos a llegar al cole y me van a poner falta!- sufre tu hijo.
-No te preocupes, cielo- le intentas calmar mirando al vecino con desdén -Siempre parece que no, pero al final llegamos puntuales, ¿verdad?- seguís andando a toda velocidad arrastrando mochilas, bolsa de deporte, el bocadillo ¿Qué dice ese?, ¿Por qué he de tener su móvil? piensas, y entre las prisas, recuerdas de golpe el acaloramiento del otro día...

De vuelta a casa al mediodía, te encuentras a la Juani discutiendo con otro vecino. ¡Vaya! Hoy es el día de los vecinitos, con la cantidad de cosas que tienes que hacer... y ahora ¿Qué querrá éste? Vas insultándolo mentalmente mientras te acercas con sonrisa falsa tipo "oye, pollo, no me des hoy el día, ¿vale?".
- Hoola- te fuerzas a saludar
-Que este señor no quiere que limpie el marco de la puerta- se avanza la Juani haciendo aspavientos -y yo le digo que ésta no es su puerta, así que....-
-¡Hola vecinaaa!- maulla el vecino ronco y meloso. El tipo no está mal, lo examinas con ojo clínico, pero ya un poco fondón, suspiras, y esa voz de mascota en celo no tiene pase... ¡Cómo se desajustan!
-Le decía a tu asistenta que no debe borrar esos números, ¡son de emergencia!- indica señalando los apuntes hechos en el marco. ¡Estos hombres no pierden ocasión! Y te viene a la mente el vecino con el que te has cruzado por la mañana.
-¿De qué emergencia me hablas, si puede saberse?- vas haciendo tiempo, para que no tenga más remedio que explicarte con todas las letras lo que tú ahora ya recuerdas perfectamente.
- si mujeeer, el otro día el sofoc... la indisposición que tuviste, pues por si se te vuelve a repetir. Ya sabes que los vecinos estamos para ayudarnosssss- sigue el ligón de mediopelo poniéndose color pimiento, pero sin cortarse.
-¡Ahh! bien, entiendo- Este ejemplar te va a servir de conejillo de indias... Le sonríes, asintiendo con la cabeza. -Juani, por favor ¿puedes traer el limpiacristales?-
-¡Pero si esto no se va sin rascar!- protesta la Juani mientras va en su busca y te lo da.
El vecino apoya un hombro en el marco de la puerta y se cruza de brazos con sonrisita y aires de dominar la situación.
-Y qué, como estás, ¿ya más recuperada?- te mira idiotizado alzando repetidamente las cejas...
-¡Y tanto!- le contestas -permíteme- y ¡zas! sueltas un pistoletazo de producto sobre la puerta, a dos centímetros de sus narices -¡OH! Disculpa, ¿te pica?- le dices con fingido asombro.
Ahora es tu ocasión para comprobar lo que llevas días pensando. Esperas una reacción alérgica, o una tanda de estornudos, pero ante tu mayúscula sorpresa coge a la expectante Juani de una mano y por la cintura, le hace dar una vuelta de baile y enrosca pierna y pie en la de ella. Le pellizca una de sus generosas nalgas y... ¡Paf! Ella le arrea sin entretenerse un sonoro bofetón.
-¡Serás salido!- le grita indignada mientras se ajusta la braga por encima de la bata -¡desgraciado, vete a sobar a tu padre!-
¡Pobre Juani! Pero la escena te divierte. Te haces a un lado y disimulas tapándote media cara con la mano. El vecino parece como despertando de un trance, frotándose la mejilla.
-Bueno, yooo, no quería... no sé que me ha pasado- balbucea el pobre.
-¿Qué? ¿Ya está más recuperado o llamamos a los teléfonos d'e-mer-gen-cia?- le suelta socarrona la Juani meneando la cabeza y señalando los apuntes del marco de la puerta.
El hombre se retira vencido. Le ha salido el tiro por la culata.
¡Ajajá! Se acaba de demostrar lo que tú estabas pensando. Ya dentro de casa le preguntas a bocajarro a la Juani:
-Juani, ¿qué limpiacristales estás usando?-
-¡Jo!, el de siempre- lloriquea -pero el otro día me dijeron que añadiéndole unas gotas de amoniaco los vidrios quedaban mejor.
¿Amoniaco? piensas incrédula. No puede ser, algo no cuadra.
-Y ¿de dónde lo has sacado?-insistes intentando recordar sin conseguirlo, la última vez que compraste amoniaco.
-¡Ahh!-contesta ella ufana, levantando la barbilla -es que como tú no tenias, me fui a mi amiga la Toñi, la del segundo primera. Me abrió la puerta envuelta en una toalla... llevaba prisas y me "ventiló" rápido con una botellita diciéndome que eso era fa-bu-lo-so para to-do!- y saca del bolsillo de su bata con ademán triunfal, un frasquito etiquetado. Atónita, lees "bálsamo kamasutra"...

CAPÍTULO 7

Te llaman para una entrevista de trabajo. Estás bien donde estás, pero nunca se sabe… Para empezar te citan a las 8,30 de la tarde. ¡Qué horas! Es tu momento con los niños y te gusta estar con ellos… Pero es una empresa grande y joven, situada en lo más alto del sector. O sea, un sitio donde ya está todo visto y cuando te contratan tienes cien cerebros que están pensando en como pisarte… ¡es triste, pero cierto!. Vas a probar suerte, total no tienes nada que perder.
Se detiene el ascensor en la planta 11 de un super-edificio de despachos. Sales con paso firme, aguantándote sobre esos imposibles tacones. Conseguir aguantarte sobre ellos te ha costado dos torceduras de tobillo y un morrón en los ensayos por el pasillo. Llevas un traje sastre ceñido, con falda por encima de la rodilla y una camisa de corte masculino con pronunciado escote. Nada de remilgos, pero sin pero sin ordinarieces. La peluquera te ha puesto unos pelos que pareces electrizada “¡fashion total!” ha dicho. Pasas por delante de una puerta de cristal y te fijas en ese pedazo de tía que pasa a la vez que tú. Frenas con cara de alucine ¡Eres tú! ¡Ahora si que me como el mundo! te afianzas…
Un administrativo te indica dónde es la entrevista con el director de recursos. Entras en su despacho extendiendo la mano para saludarle. ¡Qué divertido, es como Woody Allen! Te va haciendo preguntas fijando la mirada en tus pelos. Te esfuerzas por no sonreír más de la cuenta. En la segunda tira de preguntas, su mirada baja a tu escote y casi se le cae un ojo. Te sientas sobre el borde de la butaca, muy recta, cruzas una pierna y balanceas el tacón. Sabes lo que él está pensando. Necesita agua. Fría, muy fría. Te vas satisfecha. No sabes si te darán o no el puesto, pero y eso ¿qué te importa?
Estás yendo a casa y te llaman al móvil. Es tu marido. “¿Donde está la sartén de las tortillas? ¿La niña se tiene que duchar? ¿Has visto el tiempo en las noticias?..” imaginas rápidamente la batería de preguntas básicas a que te tiene acostumbrada, pero incrédula escuchas
–mi amor, ¿Has arrasado en la entrevista? ¡Te invito a cenar!-
-¿fu…fuera?- Alcanzas a preguntar; te apuntas mentalmente hablar seriamente con la Juani. Estás convencida de que el limpiacristales tiene algo que ver en todo esto.
Sentada en un rincón del restaurante admiras como en un cuento, los cortinajes venecianos que lo decoran. Es cálido, acogedor, íntimo. Él se te está comiendo con la mirada, su pierna roza ligeramente contra la tuya, por debajo de la mesa. Se acerca el maître y tenéis que elegir la cena. Nunca acierta tus gustos, pero por una vez, te sorprende pidiendo justo lo que tú hubieras deseado. Mira que tiene gracia la embriaguez por cristasol, se te ocurre ante tantos aciertos. ¡Qué lugar tan plácido! Suena una música suave de fondo, perezosamente toqueteas el platito de mantequilla salada, ¡mmmm! te pierdes soñando…
-¿Te pido más mantequilla?- lo ves que te observa intrigado, pero sonriente. Sin darte cuenta, te la has acabado toda untando el dedo y chupándolo. Tienes los labios ligeramente untuosos. Él se levanta y apoyando una mano en tu respaldo, te da un beso largo y suaaaave, mientras su otra mano recorre abierta y firme uno de tus brazos al mismo ritmo. Woody Allen se pierde lejano en tu recuerdo…

CAPITULO 6. A la luz del día

-Clin-clin- Hoy llevas puestas las bolas*. ¡Mmm, qué sensaciooónnn! caminas toda ufana escuchando música con los auriculares. Un operario de teléfonos te observa detalladamente. Se tira el casco hacia delante y silba de esa manera... De repente te sientes la diana de todas las miradas. Incrédula, giras la cabeza hacia atrás por si se te han caído sin darte cuenta...
-Lleva usted un buen aparato- te comenta el charcutero
-¿sí?-respondes azoradísima cruzando las piernas de forma instantánea, antes de señalarte él con el cuchillo el MP3 que llevas colgando del cuello -¡aahhh!, si (uuufff!)- te relajas -hoy es sin duda un día “de bolas” - suspiras en voz alta para ti misma
-¿cómo dice?- pregunta el charcu no muy convencido. Pero enseguida continúa -¿mentiras, se refiere?- contento por creer que va cogiendo el hilo -no vea, entre el gobierno y los políticos, vivimos entre bolas, como usted dice-
-¡y tanto!- sonríes con el juego de palabras -¡y nos las dejamos puestas como si tal cosa!- sueltas atrevida viendo que él va a su rollo
-si, hasta le vamos a coger el gusto- apunta Charcu con la cara iluminada, sintiendo que ha cogido la onda...
-¡y hasta qué punto!- rematas ya con sonrisa abierta mientras ligeramente te balanceas sobre los pies cruzados
-¡en fin! que sin bolas, ¿de qué hablaríamos, no?- acaba él triunfal mientras te entrega la compra y se despide con la mano, convencido de su extrema perspicacia. Cada uno a su bola.
Por la tarde es cuando pasa lo que no-tenia-que-pasar: yendo a la reunión de directivos, estornudas pasada la puerta de la sala de juntas.
-¡Salud!- te dice un compañero simpático que llega a la vez que tú
-¡menudas pelotas!- exclamas horrorizada ante el amigo que, perplejo, clava su mirada en la cremallera de su propio pantalón. Los demás también miran la escena; Se hace un silencio absoluto. Estás allí de pie... Tus bolas se han salido de su lugar y tintinean colgando a cada lado del tanga. ¿Y ahora qué? se te hiela la sangre. Las bolitas saltarinas rebotan a cada paso dándote toquecitos en el trasero. Caminas como pisando huevos y al sentarte: ¡CLONC-CLONC! se escucha claramente sobre la silla de madera. Te sientes la más desgraciada, eres "yo no soy esa"...
Ya en casa, duchada y refrescada después del bochorno oyes a tu hija en la cocina:
-¡Mira Juani, que pendientes-cerezas más chulis!- no das crédito. ¡La niña ha vuelto a revolver en tus cosas!
-Pues dile a tu madre que yo también quiero unos ¡IGUALES!- le responde chillona la Juani -¡que para las faenas van muy bien!- remata entendida.
Te vuelves despacio a tu cuarto cuestionándote si la Juani, tan briosa, tendría más suerte que tú en el tema del boleo.
* bolas de Kegel, también llamadas bolas chinas

CAPÍTULO 5 (y cierras noche...)

-Pero... ¿qué hora es?- Caes de repente, -¿y los niños?-. Corres a buscarlos descalza y poniéndote un batín, con remordimientos de madre descuidada.
Se han quedado dormidos en el sofá del salón. La tele encendida y restos de una pizza encargada.
-¡Míralos qué espabilados!- Desde luego, ahora sabes que no pasarán hambre, descubres medio orgullosa medio enfadada a la vez que cierras tu monedero tirado sobre la mesa, que ha servido de "cajero automático más cercano" de la cena de hoy. Los semidespiertas para que suban a su cuarto. Vas quitándoles zapatos y jerseys. Rezongando y bostezando se tiran sobre la cama. Recoges calcetines y camisas. Mañana te tocará levantarlos más temprano para que se duchen. -¡En fin!, lo de hoy no pasa todos los días- suspiras atusándote el pelo, en un momento de flojera.
Ordenas la sala, pones una lavadora, entras en la cocina con la caja de la pizza y...¡milagro! todo está impoluto y huele a... ¿limpiacristales?; Hay un nuevo mantel sobre la mesa, ni rastro de migas por el mármol, las tazas del desayuno preparadas, ¡Uuuy, Uy! esto si que es sospechoso. En tu mente se agolpan un sinfín de variados pensamientos ¿qué está pasando?, ¿por qué tantas atenciones de repente?, ¿no estará el marido hipnotizado? como su madre es medio quiromántica... sacudes la cabeza. Algo te dice que la cosa no va por ahí.

Susurras su nombre para no despertar a los niños. Sin respuesta. Te sientas un instante al lado del armario de la limpieza ¿qué decía la Juani esta tarde del limpiacristales? recuerdas vagamente mientras miras, entre divertida y extrañada, el frasco de plástico leyendo la etiqueta: "Antivaho de gran potencia". Aprietas distraídamente el gatillo del limpiacristales y sientes un brío renovado, ¡ni que fuera una poción mágica! Como un resorte te pones en pie pensando en él. ¿No me ha dicho antes que la noche es mía? recuerdas corriendo en su busca. Él ha ido también a tu encuentro. Coincidís en el pasillo, te abalanzas sobre él y caéis los dos al suelo fundidos en un tórrido abrazo. Esta noche no llegaremos nunca al dormitorio... es lo último que aciertas a pensar.

CAPÍTULO 4

“Estás en el desierto, en una haima blanca tumbada entre almohadas de seda. Ves las estrellas titilar a través de la entrada de la tienda. Fuera se oye a los camellos resoplar cansados. Hace fresco fuera, pero tu cuerpo emana raudales de calor. Te rebozas entre los suaves almohadones recordando la salvaje cabalgada, mientras tu príncipe del desierto te da de beber, de las fuentes del placer...” -¿Tienes sed, miamor?- Abres los ojos volviendo bruscamente de tu ensoñación, él ha traído una botella de agua que bebes con fruición. Algunas gotas resbalan por tu cuello hacia abajo. La "labor" ha sido ardua, sonríes. ¿Cuanto tiempo hace que no te sentías como la "princesa Gabor"?, el trabajo, los hijos, las obligaciones... matan las verdaderas satisfacciones, filosofeas tendida en el mantel de flores...Pero ¿y él?, estas atenciones, ese brillo en la mirada... ¿ya la tenía cuando novios? ¡Pues no te acuerdas!, te reprochas a ti misma, mientras él recorre con su lengua el camino del agua, que ha llegado hasta tu ombligo. -Tengo una sorpresa para tí, miamor!- ¿Otraaa? no sales de tu asombro. Pero si no es San Valentín, ni tu cumpleaños... Tu mente racional y acostumbrada a dosis extremas de rutina casi no puede procesar tanto éxtasis continuado. Te quedas con semblante pensativo... pero él te coge de la mano ayudándote a levantarte del suelo. Te abraza y con un largo y cálido beso te alza entre sus musculosos brazos (¿ya has comentado que no recordabas esos biceps?) ¡Crash! esta vez el termómetro de la cocina se ha caído del clavo, incapaz de soportar el nivel ebullición. -Pero, ¿y ahora?- preguntas mientras vas en volandas -¡Ssssh!- te hace callar rozando tus mejillas con sus jugosos labios -La noche sigue siendo tuya, mi amor- un escalofrío te hace arquear la espalda. Suspirando, te abandonas a su merced y él te lleva con paso firme hacia el dormitorio. Sueño y realidad se confunden ahora entre brumas de pasión.

CAPÍTULO 3

-¡La crema de manzanas es deliciosa!- te susurra mientras vuelve a untar un dedo y te repasa lentamente el escote con él
-¡Qué porquería!- exclamas. Estás enfadada porque es tarde, aun falta hacer la cena, poner una lavadora, hoy toca regar las plantas... Su pierna izquierda se enrosca como una hiedra en la tuya. Tus sentidos empiezan a ganar terreno.
-¡Mmm mi-amorrr!, yo te ayudaré... después...- su voz ronca atraviesa como una flecha tu muralla mental de quehaceres domésticos mientras sus manos se deslizan serpenteantes por debajo de tu camisa. “No ha servido de nada la ducha fría” se te ocurre en ese momento echando la cabeza hacia atrás. Sus labios están devorando tu cuello embadurnado de crema mientras rebuscas en la nevera algo para cenar, en un ímprobo intento de volver a la rutina, pero tu lado afrodita te dice “¡ríndete!”, la escena promete “dos rombos” y calor ambiental.
-Aún no me has dicho que es ese olor maravilloso que invade toda la cassssa- continúa él, goloso, arrastrando las palabras entre beso y beso. Pero no hay respuesta, tú ya estás en el mundo de las sensaciones... Sucumbes ante esos dedos que recorren exquisitos tu anatomía.
Nunca hubieras imaginado que tu cocina se pudiera convertir en tan sugestiva suite de encuentros; recorres con la mirada el mármol contiguo a la encimera sobre el que están los restos de las meriendas, una ensalada a medio preparar, el microondas abierto con un vaso de leche dentro… Alzas la vista y cierras los ojos, no te importa que la acogedora llama de una vela aromática sea en realidad un frío fluorescente. Con una mano, él agarra el mantel floreado de la mesa y de un tirón lo deja caer en el suelo, mientras con la otra te sujeta la espalda -con una fuerza fibrosa que desconocías- y sin dejar de mirarte, te deja caer suavemente sobre el improvisado catre…

CAPÍTULO 2

Al cabo de poco rato llega tu dilecto marido. Como cada día, con paso cansino y arrastrando un poco los pies. Se sienta con los niños y les pregunta por el cole. Ninguno responde, están concentrados en sus juegos electrónicos.
-¿Qué hay hoy para cenar?- pregunta él de repente, levantándose y estirando la nariz. -Huele muy pero que muy bien, pero... no alcanzo a adivinar de qué se trata- olisquea intrigado. -¡¡Yu-juuu!!- Te busca alegremente por la cocina a ver si identifica ese olorcillo novedoso que le está calando bien hondo. Te encuentra en el baño, sobreponiéndote del calentón de la puerta con una ducha fría. Habitualmente ni se molesta en entrar, pero hoy observa de refilón como te secas. Sin decir nada.
Bajáis a la cocina. Vas detrás de la puerta a coger el delantal, y lo encuentras colgado junto con el sostén de la Juani. Alucinas -¿pero qué pasa hoy?- . Él observa divertido la prenda.
-Antes los guardabas en otro lugar, no?- atina a decir mientras va abriendo la nevera a ver si descubre, por fin, el origen de ese aroma que le está poniendo a tono, -bueno, aquí tampoco molestan- comenta distraído…
¡Ahora si que te ha dejado de una pieza! A él, que es un estricto modelo de orden, ¡le parece natural que haya un sostén en la cocina! Meneas la cabeza, no hay quien los entienda,
-¿Qué delicias cenaremos hoy, mi amor?- pregunta juguetón.
¿"Mi amor"? No te lo puedes creer. Hace tanto tiempo que no te llama así ¿Es que ya no se acuerda de tu nombre? vas pensando mientras contemplas como se relame un dedo después de haberlo untado en una deliciosa crema de manzanas que ha encontrado por la nevera. Entonces, se gira hacia ti y te mira laaaargamente. Te ofrece el bote de crema para que la pruebes tú también. Sin demasiado convencimiento, untas el dedo índice y sin-darte-tiempo-a-llevártelo-a-la-boca te coge por la muñeca con gesto rápido y lo chupa él... despacíiiiiiito mientras te examina, sonriente. De reojo ves el termómetro climático colgado en la pared, ¿Es otra alucinación, o el mercurio está subiendo a toda velocidad?...

CAPÍTULO 1

Llegas a casa tras el trabajo, un lunes cualquiera y... ¡sientes un gran sofocón al meter el llavín en la puerta! Las vecinas acuden asombradas por tus sonoros jadeos; los vecinos también bajan. Mientras sus esposas te atienden ellos por detrás apuntan su móvil en el marco de tu puerta...
Por fin, y después de componerte mínimamente y farfullar una excusa banal, entras en casa. La Juani te saluda saltando de alegría. No lleva sostén y sus pechos bambolean dentro de la camiseta al son de los 40 principales:
-¡El nuevo limpiacristales ambienta la casa que da gusto!- te dice contenta -pena que sea un frasco tan pequeño, pero traeré más mañana...-